Informacion

Ex-alcalde, Constituyentista, ex-diputado AN, y ex-gobernador del Estado Monagas. Luchador incansable por el rescate de la democracia en mi patria VENEZUELA.

sábado, 26 de abril de 2025

BUKELE  ENCARA Y DESNUDA AL NARCOREGIMEN VENEZOLANO

En esta contienda sin fin contra el comunismo y sus nuevas acepciones y agregados aberrantes del siglo XXI, como el terrorismo, el narcotráfico entre otros, uno termina aceptando cualquier opción que le ponga fin a esta conflagración liderada en Venezuela por el traidor mayor, hoy felizmente difunto y sus indeseables herederos, la mafia más inhumana jamás imaginada.

Dentro de ese recorrido de más de 20 años se han tocado todas, absolutamente todas las puertas para sensibilizar al ámbito internacional, que por cierto bastante ha sufrido, tocado duramente por las consecuencia de las acciones de esta plaga narcorevolucionaria y sin embargo han sido en general bastante tibios para parar está metástasis asesina que ha penetrado en casi todos los rincones del mundo. Desde los Estados Unidos de Norteamérica, pasando por casi toda América del  Sur y en otros 3 continentes tenemos resonancia del malandraje exportado a conciencia, de la grave incidencia en otros países de nuestra diáspora de casi 9 millones de almas, el tema petrolero, comercial que mi país representa en el mundo.

Por eso a estas alturas, quien se atreva a llamar ilegal a cualquier acción que se lance con todo a liberarnos,  como sea, es porque disfraza su complicidad en los supuestos protocolos y derechos humanos que habría que considerar según el deber ser.

La propuesta del presidente Nayib Bukele al narcorégimen de Nicolás Maduro no fue un gesto diplomático ni una simple provocación política. Fue una jugada magistral que puso en evidencia, con crudeza y sin anestesia, la podredumbre del aparato narcochavista. Lo que Bukele hizo fue exponer a uno de los regímenes más oscuros y represivos de América y del Mundo ante la comunidad internacional, colocándolo contra la pared con una oferta tan simbólica como estratégica: canjear a venezolanos detenidos en los EE.UU y mandados al Salvador por presos políticos en Venezuela.                                      Esta propuesta, más allá de su viabilidad, se convirtió en un espejo. Un espejo incómodo que refleja toda la miseria moral, jurídica y política de la narcotiranía que oprime a mi patria.              Esos crueles cobardes encarcelan a periodistas, estudiantes, líderes sociales, militares y activistas democráticos, cuyo único delito ha sido pensar distinto. Bukele no sólo expone esa paradoja: la explota, la visibiliza y obliga al régimen a dar una respuesta que lo condena cualquiera sea su posición. Definitivamente Bukele se la comió y los dejó sin alternativa. Aceptar la propuesta implicaría reconocer la existencia de presos políticos. Rechazarla, como ya lo hicieron el pasado martes 22 es confirmar lo que ya sabemos: que al régimen no le importan sus ciudadanos, al común del pueblo y mucho menos la libertad. Quedaron desnudos ante el mundo y recordemos los canjes de los narcosobrinos, esos si porque eran sus familiares y del socio y paisano de Maduro, el colombiano Alex Saab.                         Con un solo mensaje, Bukele hizo lo que en años de diplomacia no pudieron: despojar al narcoregimen de su disfraz de revolución y exhibirlo como lo que realmente  son una maquinaria de represión, narcopolítica y corrupta     Bukele le dio rostro y voz a las víctimas del sistema represivo venezolano. No habló en abstracto. Nombró a personas, exhibió casos y forzó al régimen a responder no con propaganda, sino con hechos. Y los hechos son brutales: torturas, desapariciones forzadas, procesos judiciales sin garantías y cárceles llenas de inocentes. El chavismo ha vivido del mito bolivariano, de la narrativa de justicia social, soberanía y antiimperialismo. Pero no hay soberanía en un país infiltrado por el narcotráfico, sin Estado de derecho, sin prensa libre, sin elecciones transparentes. La única justicia que impera en Venezuela es la selectiva, premia a los leales y castiga a los disidentes.                   Bukele, con todas sus errores, le arrebató a la tiranía su bandera más preciada: la de la justicia social. Y lo hizo desde el terreno que más teme el régimen: la opinión pública internacional, las redes. La narcotiranía venezolana quedó desenmascarada, sin discursos, sin manipulaciones, sin cumbres de papel. Una sola propuesta bastó para desnudar al régimen de Maduro como lo que es: una narcotirania moderna que se disfraza de revolución para justificar el control, el miedo y la violencia estatal. Y eso es lo que más le duele a los tiranos, que se le la diga la verdad en su propia cara, que se le señale el fracaso con palabras claras y gestos firmes. Que alguien se atreva a mostrar que el rey de la barbarie y la destrucción está desnudo y que el mundo empiece por fin a mirar las contundentes evidencias.                                                                Sin tantos rodeos, hasta cuándo, desde la cárcel del exilio siempre he centrado mis reflexiones como venezolano y no me cansaré de escribirlo y divulgarlo por mis redes sociales, que para evitar que esta peste se siga reproduciendo en el planeta, hay que tumbarlos de cualquier forma, con pólvora, drones o plomo. Verlos salir con los pies hacia delante es una necesidad impostergable. Apoyo esta iniciativa y todas las que los vayan borrando del plano terrenal, sigo con minuciosidad y constancia cada paso de estos mal nacidos, los enfrento sin pausa y con lo único que me queda MI PLUMA Y MI PALABRA 



José Gregorio Briceño Torrealba

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sábado, 19 de abril de 2025

CRIMENES VAN Y VIENEN - NARCOESTADO IMPUNE

“Quien pudiéndolo hacer no impide que se cometa un crimen, lo estimula.”

Lucio Anneo Séneca


Estamos claros, clarísimos de que la crianza de los hijos siempre es una tarea ardua, sin fin, gratificante muchas veces, decepcionante otras tantas, pero indiscutiblemente nuestra guía es determinante, es la base de la siembra de valores, del ejemplo que se convierte en el espejo para esas criaturas, a veces sin saber y como es de humanos cometiendo errores que ellos también replican. Me refiero a esto con el doble propósito de llamar la atención sobre lo difícil que hoy en día, en Venezuela, un país tan dañado moralmente como el nuestro, se convierte la crianza de nuestros hijos, donde ven todo tipo de violaciones a derechos, estar amordazados sin poder expresar lo que sientes, ven hijos de enchufados alardeando de bienes mal habidos, confundiendolos en sus acciones  y  al mismo tiempo para hacer la asociación en la que el gobierno debe mostrar valores y ética a su pueblo, para que actúen de la forma correcta, son ellos quienes cuidar, dar ejemplo sobre las pautas para el comportamiento ciudadano, controlar y castigar a quienes incumplan todos los estamentos básicos de la ética de la convivencia con decoro. 

Una de las cosas más dolorosas en nuestra sociedad es que para muchos jóvenes se han normalizado situaciones inaceptables, se hace cuesta arriba defender lo correcto y lograr que sean personas de bien.

La generación de políticos (alacranes) que entregan su bandera a cambio de beneficios personales entra también en ese lote, mostrando el deterioro, el desgaste de la ética nuevamente.

Los incumplimientos y la burla permanente de la dictadura a toda exigencia externa de retornar a la democracia son demasiado desfachatez y demuestran que nunca entrarán por el camino de la conciliación.

La reciente exigencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) al narcorégimen de Nicolás Maduro, solicitando la liberación inmediata e incondicional de todos los presos políticos, no es una simple nota diplomática: es un grito de denuncia contra una maquinaria de represión, hambre y miedo que ha secuestrado a mi patria. 

El informe de la CIDH deja claro que en Venezuela no se respetan los derechos humanos más elementales. Persisten detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas y tratos inhumanos, todo como parte de una estrategia deliberada para aniquilar la disidencia. Lo que ocurre en el país no es una “crisis política” como algunos alacranes y normalizadores insisten en llamar; es una organización mafiosa, una estructura criminal disfrazada de gobierno que ha destruido la democracia y convertido al Estado en un cartel de la peor calaña.

Hoy existen al menos 896 presos políticos, de ellos, 64 familias ni siquiera saben dónde están sus seres queridos. Solo reciben noticias cuando un funcionario, cual carcelero medieval, pide medicamentos o ropa ¿Qué clase de poder opera en las sombras cuando una madre no puede saber si su hijo está vivo o muerto? La respuesta es clara: un narcorégimen cobarde, que se sostiene con el sufrimiento ajeno y que necesita el silencio, el encierro y la tortura para seguir en pie.

La represión es transversal: no solo encarcela opositores, también humilla a las familias. Mujeres requisadas como si fueran delincuentes, esposas, hijas y madres vejadas al intentar visitar a los presos. Ni siquiera se respetan las medidas cautelares otorgadas por organismos internacionales. Los casos de Freddy Superlano, Perkins Rocha y Américo de Grazia son ejemplos de cómo el régimen se burla impunemente del derecho internacional.

Tras las elecciones del 28 de julio de 2024  se registraron más de 2.200 detenciones por protestar. Entre los arrestados, 177 eran menores de edad. El delito de estos jóvenes fue el ejercer su derecho a expresarse. Para el régimen, un cartel, una consigna o una bandera son amenazas suficientes como para encadenar a un niño. No hay límites morales, porque un narcorégimen sin legitimidad solo puede gobernar con terror.

La CIDH también denunció la total falta de independencia del Poder Judicial, y cómo el Ministerio Público actúa como brazo armado del régimen. Los fiscales y jueces en Venezuela han dejado de ser operadores de justicia para convertirse en cómplices de crímenes de lesa humanidad; no juzgan a corruptos ni torturadores; encarcelan estudiantes, activistas y ciudadanos comunes que cometen el delito de querer vivir en libertad.

Pero no nos engañemos, Venezuela no es solo una dictadura, es un narcoestado. El poder real no reside en las instituciones, sino en las redes criminales que controlan el narcotráfico, el contrabando, el lavado de dinero y la represión. La cúpula madurista no gobierna: trafica, extorsiona y asesina. El país ha sido entregado a mafias, colectivos armados y militares corruptos que actúan con total impunidad.

Y mientras tanto, desde la cárcel del exilio veo que el éxodo no para, millones de venezolanos siguen huyendo por las fronteras, muchos a pie, sin comida ni documentos, escapando de un infierno con el que el mundo parece haberse acostumbrado. La tragedia humanitaria más grave del continente no se sostiene por accidente: es el resultado de una política de exterminio paulatino, disfrazada de "revolución"

Es hora de que la comunidad internacional abandone la hipocresía y enfrente con firmeza lo que ocurre en Venezuela. No se puede seguir hablando de diálogo con quienes torturan, desaparecen y asesinan. El narcorégimen de Maduro debe ser aislado diplomáticamente, sancionado con toda la fuerza de la ley internacional, y sus líderes deben rendir cuentas ante la justicia internacional por los crímenes cometidos.

Seguir guardando silencio es permitir que esta pesadilla continúe. Porque mientras los dictadores se aferran al poder, el pueblo venezolano muere en silencio, secuestrado por criminales con uniforme. No hay opciones  sino aislarlos hasta que se llegue al punto de apresarlos y ajusticiarlos sin compasión .

Tanto daño no se perdona, hay que hacerles pagar tanto dolor, por eso los detesto, los enfrento y los censuro sin pausa y con lo único que me queda MI PLUMA Y MI PALABRA 





José Gregorio Briceño Torrealba

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sábado, 12 de abril de 2025

DESASTRE SANITARIO REVOLUCIONARIO

El derecho a la salud es inalienable, es algo que no se debería ni mencionar de lo tácito e intrínseco que es para las personas, esencialmente porque está estrechamente ligado al derecho universal básico: el derecho a la vida, derecho fundamental, del cual dependen todos los demás derechos humanos. No es casualidad que se haya iniciado esta revolución con unos programas de salud tan rebuscados como Misión Barrio Adentro, con la mente de rancho  del asesoramiento del gobierno cubano y con ganancias millonarias para la élite de chulos de los Castro Ruz, enviaron a Venezuela a una tropa de médicos esclavos que más temprano que tarde desertaron en su mayoría.

Llenaron al país de módulos inoperantes, otro contrato para beneficiar a pocos, de los cuales en muchos casos, hoy lo que queda de ellos son ruinas.

Se le dió mucha más fuerza a ese programa que a reforzar la red existente y crear nuevas instalaciones de calidad y programa de equipamiento de los hospitales regionales mientras  se lograba hacer mejores infraestructuras en los municipios para descentralizar eficientemente el servicio de salud y no con medidas populistas que no fueron sostenibles. Total que ni lo uno ni lo otro porque al final y es lo que vemos hoy en día, la salud para el régimen del traidor mayor, hoy felizmente difunto y sus nefastos herederos, ha sido una especie de venganza contra los venezolanos, su odio se demostró  con más fuerza en esa materia, dejando a un pueblo sin el derecho de tan siquiera recibir un analgésico en un centro de salud.

El pasado 7 de abril se conmemoró el Día Mundial de la Salud, una fecha propicia para reflexionar sobre el estado de este derecho humano fundamental. En Venezuela, sin embargo, hablar de salud es hablar de una tragedia nacional que ha venido gestándose durante años y que hoy alcanza niveles alarmantes. Lejos de avanzar hacia sistemas más inclusivos y modernos, nuestro país ha sufrido un retroceso brutal que compromete no solo la vida presente, sino también el futuro de generaciones enteras.

Recientemente, leí una entrevista reveladora de la doctora Marinella Herrera Cuenca, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), directora del Observatorio Venezolano de la Salud y miembro de la Fundación Bengoa. Con cifras y argumentos sólidos, la doctora Herrera Cuenca describe una realidad devastadora: en Venezuela, el derecho a la salud ha sido sistemáticamente vulnerado. El sistema público de salud fue desmantelado y sustituido por un modelo paralelo que, lejos de brindar atención de calidad, ha impuesto prácticas sin control ni transparencia, al margen de los estándares internacionales.

Más del 70 % de los venezolanos acude a centros públicos de salud. Pero ir al hospital hoy no garantiza atención médica. La escasez de insumos, la falta de personal y la destrucción de la red hospitalaria han convertido estos espacios en símbolos de incertidumbre. La atención sanitaria se ha vuelto una apuesta: quien llega al médico no sabe si será atendido, ni si habrá medicamentos, ni si saldrá con vida.

Uno de los aspectos más graves de esta crisis es la ausencia total de información oficial. No existen boletines epidemiológicos, estadísticas públicas ni reportes sobre las condiciones hospitalarias. Esta opacidad no es casual, sino parte de una política de estado, una estrategia de control y desmovilización social. Sin datos no hay diagnóstico, y sin diagnóstico no puede haber presión ciudadana ni políticas públicas efectivas. El resultado: millones de venezolanos enfrentan solos la enfermedad, el deterioro y, en muchos casos, la muerte.

A esta emergencia sanitaria se suma otra igual de alarmante: la crisis alimentaria. En Venezuela, la inseguridad alimentaria dejó de ser una coyuntura para convertirse en una constante estructural. La desnutrición crónica afecta especialmente a niños menores de cinco años, en un período crucial para su desarrollo físico y cognitivo. Los daños que deja este rezago nutricional son irreversibles: bajo peso al nacer, dificultades de aprendizaje, crecimiento deficiente y menor productividad futura. La malnutrición no solo mata: también condena a vivir en desventaja.

A esto se añaden otros factores que complejizan el panorama: la falta de agua potable, electricidad, combustible, transporte y seguridad. Sobrevivir en Venezuela es un reto diario, especialmente para quienes no pueden pagar clínicas privadas o acceder a alimentos de calidad. La salud pública ha sido reducida a su mínima expresión, y la vida humana ha perdido valor ante un narcorégimen que prioriza el control antes que la protección.

Ante este panorama, urge actuar. El país necesita una intervención profunda en tres niveles: primero, atender de inmediato a los niños y niñas venezolanos, cuyas vidas y cerebros están en pleno desarrollo y no pueden esperar; segundo, proteger a las mujeres embarazadas, porque la malnutrición comienza incluso antes del nacimiento; y tercero, recuperar lo estructural: infraestructura hospitalaria, servicios básicos, personal capacitado y políticas de salud preventiva.

Desde la cárcel del exilio, sin perder de vista la búsqueda de salida al tema político, que nos quita el sueño, creo que ya no hay más tiempo para postergar lo importante. La reconstrucción del sistema de salud no puede seguir siendo una promesa para el futuro. La vida de millones de venezolanos, y el futuro del país, dependen de decisiones urgentes y valientes que comiencen hoy.

Para que eso suceda, el país no puede seguir en manos de estos descuartizadores, carniceros y buitres del sistema sanitario nacional.

Definitivamente hay que,sacarlos de cualquier forma del poder,  lo más pronto posible porque siguen ocasionando demasiados daños a nuestra sociedad , y ojalá  esa salida sea con los pies hacia delante para que se multipliquen más, suficientes alimañas ya en nuestro suelo patrio.

No escatimemos en enfrentarlos, sigamos empujando la mínima palanca que destruya esa red de delincuencia Internacional para enfocarnos en la reconstrucción, el crecimiento y el impulso de una nueva Venezuela, los atacó sin pausa, cada segundo, con lo único que me queda MI PLUMA Y MI PALABRA.



José Gregorio Briceño Torrealba

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sábado, 5 de abril de 2025

PSUV : DE ORGANIZACIÓN POLÍTICA A NARCOTERRORISTAS

En un país con libertades, en general se logran infinidad de objetivos con mayor facilidad, el progreso es más acelerado, los criterios se respetan y también se asumen todos los riesgos que esas libertades generan, entre esos riesgos de apertura que da la libertad está el derecho irrestricto de los ciudadanos a agruparse con distintos fines, entre ellos, el fin de crear partidos políticos, sin esta prerrogativa que da la libertad de expresar sus ideales, sus respectivas doctrinas para sumar seguidores y abrirle las puertas a la diversidad de pensamiento no estaría completa la libertad. Ya sería harina de otro costal opinar sobre los matices o límites de esto ya que también es abrirle la puerta a las máscaras, disfraces y caretas que habiendo utilizado la democracia para ocupar posiciones de poder, posteriormente se lo apropian  para no soltarlo más.

De estas caretas nosotros los venezolanos hemos visto infinidad de modelos, camaleónicas versiones de "demócratas" que actúan guiados solo por su interés personal y que hablan en nombre de la oposición y peor aún, son casi todos personajes en los que el pueblo creyó en alguna oportunidad y decepcionaron por su ínfimo nivel de defensa a nuestros derechos, soberanía y demás necesidades básicas. Todos saben a quienes me refiero, su apodo de alacranes les queda a su medida, dan asco y ya la historia política de nuestro país les está pasando factura.

En las proximas adjudicaciones de cuotas de poder a estas alimañas sociales, estas elecciones internas del PSUV y "gran polo patriótico" y entregarán a varios partiduchos como Un Nuevo Tiempo (UNT), Movimiento por Venezuela (MPV), Acción Democrática (AD) del grupo de Bernabé Gutiérrez, 

Por otra parte, los "contendores" quienes participarían en la pantomima de adjudicación de gobernaciones y alcaldías del próximo 25 de mayo, por parte del  Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), esta cofradía, que inició disfrazada de partido político, fundado el 24 de marzo de 2007 y su gancho  fue brindar a sus militantes esperanzas de profundizar la democracia haciéndola más participativa. De hecho, se eligieron sus autoridades a través de elecciones primarias y, en un principio, quienes aspiraban a cargos de elección popular debían someterse a elecciones abiertas, en las cuales podían participar incluso no militantes del partido. Es decir, cualquier persona que fuera venezolana, mayor de edad y poseyera su cédula de identidad —aunque estuviese vencida— podía ejercer su derecho al voto. Sin embargo, con el paso del tiempo, este partido se transformó en una verdadera maquinaria de fraude electoral. En 2012, comenzaron a surgir denuncias sobre la manipulación de los votos en varios estados, como Monagas y Bolívar, entre otros. Posteriormente, las elecciones de 2013 fueron un claro ejemplo del fraude orquestado, donde se le arrebató descaradamente y a mi juicio sin pelea firme, con  mucha blandengueria,  la victoria a Henrique Capriles, quien había sido el verdadero ganador. Nicolás Maduro, en su momento, se comprometió públicamente a realizar una auditoría exhaustiva, acta por acta, pero una vez que la presión disminuyó, se negó rotundamente, sabiendo que había perdido. El PSUV ya no solo era una maquinaria de robo de votos, sino que también se dedicó a crear una red de informantes y chismosos, cuya función era inventar expedientes y acusaciones contra todo aquel que se atreviera a manifestar su desacuerdo con el régimen. Las protestas del 2014 marcaron un punto álgido de represión, donde muchos fueron perseguidos, detenidos y, en muchos casos, desaparecidos. La organización se fue transformando, hasta convertirse en una estructura narcocriminal y terrorista que, actualmente, premia con cargos a aquellos que colaboran con el Cártel de los Soles en la distribución de drogas. Su control sobre el narcotráfico les ha permitido obtener ingentes cantidades de dinero, cercanas a los 10 mil millones de dólares anuales. A la par, han intensificado la violación de los derechos humanos, con más de 18 mil muertos y desaparecidos en la última década, según el reciente informe de la Comisión de Determinación de los Hechos de las Naciones Unidas (ONU)                     De aquellas elecciones abiertas en sus primeros días, hoy en día se escogen a los candidatos a dedo. Con el paso de los años, han perdido toda legitimidad, y su militancia, que alguna vez estuvo llena de ideales, hoy se ha reducido a una pequeña cúpula de individuos sin escrúpulos, cuyo único fin es perpetuarse en el poder. El cinismo ha llegado al extremo de que, a pesar de haber perdido en las pasadas elecciones del 28 de julio, siguen repitiendo como loros que fueron los ganadores. Esta falta de conciencia, transparencia y honestidad es una clara violación a los principios más elementales de cualquier sociedad civilizada, el epíteto de mentecatos es poco.                                       El pueblo venezolano, que a lo largo de su historia ha sido reconocido por su honestidad y trabajo, se ve hoy sometido a un régimen que se ha alejado por completo de los valores democráticos y republicanos. Lo único que importa para este grupo de perversos es mantenerse en el poder, sin importar la devastación que han causado al país y sus ciudadanos. Además, su corrupción no solo afecta el bienestar de los venezolanos, sino que ha erosionado la identidad y la dignidad de la nación.         

Tan igual de perversos, cómplices y alcahuetes son los partidos que se prestan a participar en las adjudicaciones del próximo 25 de mayo. Estos espejos del PSUV pasarán a la historia como los más deshonrosos, por haberse beneficiado de los dividendos del narcotráfico y por su complicidad con un régimen criminal que ha destruido al país.                                       Desde la cárcel del exilio mi fe se expande, mientras más férrea la represión y la mutilación de las libertades, mayor fuerza llega a mi espíritu. Es solo cuestión de tiempo para que este sistema narcocriminal caiga, y cuando eso suceda, sus reyes y bufones arácnidos serán arrastrados por la historia y saldrán con los pies hacia adelante. La verdad siempre prevalecerá, y los venezolanos, tarde o temprano, recuperaremos  la libertad la dignidad  construiremos desde los escombros un país próspero y decente para nuestros descendientes. Vamos , con fe, con ánimos enfrentando a esta mafia cada segundo, sin pausa lo hago con lo único que me queda, mi pluma y mi palabra.



José Gregorio Briceño Torrealba

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