Muy claros estamos de que el poder absoluto corrompe las estructuras institucionales y gubernamentales, es el mal de los regímenes autoritarios ya que cuando una vez hecho el trabajo previo de someter a la población con mendrugos de pan y mentiras, se creen dueños de la verdad y la justicia, comienzan a cambiar leyes para lavarse la cara en el marco legal disfrazando la democracia de sus bazofias revolucionarias, comunistas y socialistas . Hay países o pueblos en los que cuándo esas señales nefastas aparecen, no las ven o no le dan importancia y cuando se percatan ya tienen metástasis y daños definitivos en la sociedad y en el entramado productivo. La concentración de poder en manos de unos pocos siempre ha sido un caldo de cultivo para la opresión y la injusticia. Y es precisamente en estos contextos donde la voz de la disidencia se vuelve más valiosa, aunque también más vulnerable pues también esa disidencia comienza a ser penetrada y convertida en aliados o tontos útiles a punta de prebendas
En Venezuela no se escapa ni uno solo de los niveles de poder inclusive el poder que le dieron a la comunidad llegó con defecto de fábrica dándole a los jefes de calle potestades para humillar y castigar a sus vecinos de toda la vida. A estas alturas ya se institucionalizó como instrumento de abuso y represión.
Que puede quedar para las instituciones de justicia, los narcojerarcas, herederos del traidor mayor hoy felizmente difunto, deciden y mandan sobre cada uno de los jueces, magistrados y cada personaje de ese pilar de la democracia.
El poder judicial del estado Monagas se ha convertido en el instrumento de persecución política más brutal y descarado de toda Venezuela. Bajo una fachada de legalidad, se perpetran crímenes contra la disidencia que mancillan cualquier principio de justicia y Estado de Derecho, reduciendo los tribunales a meras extensiones del aparato represivo del narcorégimen.
Ya lo había denunciado en mi columna del pasado 6 de julio con el caso de Merlys Oropeza, oriunda de Las Carolinas, al oeste de Maturín. Su "delito" no fue más que la expresión de una opinión: un breve pero contundente mensaje en su estado de WhatsApp que decía: "Hay algunos vecinos que prefieren la bolsa de gorgojos que el futuro de sus hijos". Una crítica mordaz, sí, pero incuestionablemente amparada por la libertad de expresión que buscaba denunciar la tragedia ética de aquellos que cambian su dignidad por las migajas de un régimen corrupto. La sentenciaron a 10 años por "incitación al odio". Solo gracias a la presión masiva de las redes sociales le concedieron una libertad condicional, demostrando que el escándalo público es el único contrapeso real a esta justicia facciosa.
Ahora los familiares del comisario del CICPC, Carlos José Guevara Marcano, me han contactado para revelar otro caso insólito que evidencia la podredumbre del sistema. El comisario era jefe de la oficina del CICPC del municipio Caripe y asumió el cargo a mediados de julio de 2024, es decir, unos días antes de las elecciones presidenciales. A mediados de agosto, apenas unos días después de los comicios, fue acusado de haber cambiado el nombre y la imagen de un grupo de WhatsApp institucional. Dicho grupo llevaba tiempo en desuso, ya que Maduro había ordenado no utilizar más WhatsApp pero seguía activo.
Una mano misteriosa cambió el nombre del grupo a “Caripe en rebelión” e hizo ver que la autoría era del comisario. Lo increíble es que, al estar el grupo en desuso, nadie lo vio y el comisario solo se enteró cuando su superior le reclamo. En cuestión de horas ya estaba preso. Se le realizaron experticias a su teléfono y no se encontró prueba alguna. En las múltiples audiencias, la fiscalía no presentó ninguna evidencia en su contra. El fiscal Carlos Rodríguez fue el acusador pero lo verdaderamente escandaloso ocurrió en la audiencia previa a la sentencia: la juez Verónica Giardinella le informó que cambiaría la calificación por falta de pruebas y que le aplicarían un delito menor. Sin embargo para su mayor sorpresa y consternación, lo sentenciaron a 15 años por el único delito y sin pruebas, de "incitación al odio". Esta farsa judicial aquí descrita con pelo y señales no es un error; es un guión premeditado de represión.
Este nivel de perversión judicial no es casual. El estado Monagas es el único donde el presidente del circuito judicial, Jorge Luis Arzolay Tesamo, no permite que un juez dicte sentencia sin su previa autorización. Lo dantesco y absolutamente inconstitucional es que este mismo hombre es también el jefe de todos los fiscales del Ministerio Público en el estado, quienes no pueden realizar ninguna diligencia sin su venia. Este súper-poderoso, que se cree con más potestad que Dios, actúa con impunidad porque es el niño consentido de Diosdado Cabello. Lleva cinco años ejerciendo un control férreo y asfixiante sobre la justicia en Monagas, convirtiendo las cortes en su feudo personal de venganza y sumisión.
Ante esta maquinaria de injusticia, la resignación no es una opción. Exhorto a todas las cientos de familias a las que este señor les ha destrozado la vida y a aquellos que han perdido a seres queridos a causa de esta persecución a que mantengan viva la memoria de estos crímenes. Conozcan sus movimientos, sepan dónde vive, qué sitios frecuenta, incluso los lugares que visita en el estado Anzoátegui. La narcotiranía que hoy lo protege caerá pronto, es una ley inexorable de la historia. Y cuando ese día llegue, ustedes, las víctimas, los que llevan la verdad tatuada en el alma, sabrán qué hacer para que la justicia, la verdadera, no sea solo una promesa, sino una realidad.
Sigo pensando desde la cárcel del exilio que la comunidad nacional e internacional debe voltear su mirada hacia Monagas.lo que ocurre allí es un microcosmos de la tiranía: la perversión total de la justicia para aniquilar al disidente. No son sentencias; son secuestros legales. No son jueces; son verdugos con toga. Y su día de rendir cuentas se acerca.
La distracción en la que nos tienen buscando resolver el día a día, sumado a la represión y amenaza sin tregua les permite hacer y deshacer, pero no perdamos de vista el enfrentarlos como sea, sin pausa yo sigo en esa tarea con MI PLUMA Y MI PALABRA
José Gregorio Briceño Torrealba
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