Diga lo que diga el narcogobierno, los colectivos no son más que bandas paramilitares entrenadas e infiltradas desde hace años, por cubanos mercenarios a los que no les duele el pueblo venezolano. Sus integrantes son expresidiarios, pranes y delincuentes comunes a quienes los muertos no les pesan sino que les dan jerarquía y “respeto” en su círculo delincuencial. En busca de la defensa a ultranza de la chimborevolución y ante el temor de la traición de las estructuras militares formales se inventaron, o mejor dicho, se copiaron de otros regímenes autoritarios, la creación de un ejército paralelo, claro, con cero principios, ni escrúpulos, dispuestos a matar a cambio de un arma y una cuota de poder en sus pandillas de desalmados.
En los últimos tiempos se observa cómo, al igual que en los otros ejércitos paralelos, estos comienzan a estorbar ya que no siempre obedecen a su amo y señor ni hacen las cosas a su antojo. Es decir, se les escaparon de las manos. Estas lacras armadas quieren tomar la ley por su mano y asesinan a policías, guardias, escoltas y a todo quien les interese desparecer para seguir a sus anchas en el lucrativo negocio de la delincuencia.
Tal como en la Alemania Nazi, los camisas pardas fueron exterminados por su mismo creador, solo que por los vientos que soplan tal parece que esta versión tropical de asesinos contratados, sus colectivos, acabaran con ellos.
Por redes han circulado imágenes de colectivos haciendo entrenamientos militares pero aún así, Nicolás Maduro en cadena presidencial, salió en defensa de estos grupos señalado que “Lo que están haciendo es trabajar por la patria”. La verdad es que estos grupos los armó Chávez después de abril de 2002, cuando vio que su revolución no podía quedar en manos de una Fuerza Armada que en cualquier momento podía (como lo hizo él el 4F), darle la espalda. Así comenzó a armar ejercito paralelo con dos ramas: una “milicia” numerosa pero bastante deprimida formada en su mayoría por adultos mayores y personas con algún sentimiento militarista; y otra más reducida pero mucho más sanguinaria, un pequeño ejército mercenario (colectivos) sin conciencia institucional ni moral, dispuesto a defender la narcorevolución sin hacer preguntas, a cambio de impunidad, dinero y sus propios “territorios de paz”.
En las protestas acaecidas, en los últimos días en Venezuela, fue evidente cómo los colectivos acudieron al llamado de la cúpula del narcogobierno, especialmente de Diosdado Cabello Rondón como jefe absoluto de todas las mafias y líder de la represión y que éstos, los colectivos actuaron con protección de la Guardia Nacional y la Policía Nacional. Es difícil comprender como una sola persona demuestre tanto odio por su pueblo y sea tan degenerado. Declaró que cualquier persona que los denunciara en instancias internacionales será tratado como traidor a la patria y seria fusilado en una plaza.
En sus apariciones públicas, vimos como este narcotraficante internacional daba instrucciones a los colectivos , milicia, SEBIN, y fuerzas policiales y militares para asaltar las casas de la dirigencia de oposición, de la forma más vil y cobarde que he visto. Su tono amenazante y su desprecio por la vida, es mucho más que un llamado a la violencia porque él es parte del gobierno, es una autoridad dentro del régimen; su llamado es una orden genocida expresa, pública, notoria y comunicacional. ¿Dónde está el Ministerio Público y el Defensor del Pueblo para actuar en defensa de la Constitución y del pueblo venezolano? Este energúmeno tiene una manía de grandeza que lo separa del resto de los malandros. No tengo ninguna duda que la represión es la única forma que le queda Maduro y su séquito para mantenerse en el poder por unos días más. Ya ni el miedo, ni el bozal de arepa aguantan a un pueblo harto de la crisis, de las colas, de la corrupción. Harto de que en su nombre esté destruyendo el país.
Las manifestaciones están más que justificadas en lo social y también en lo legal e independientemente de eso, la legítima rabia que sentimos contra esos inútiles e ineptos por habernos destruido el país en pedazos es suficiente combustible para el estallido en cámara lenta que vivimos en estos últimos quince días. La Constitución nos da el derecho y el deber de enfrentar cualquier intento de violación. Por eso TODOS, absolutamente TODOS los muertos, heridos, desaparecidos, todos los daños a la propiedad pública y privada son responsabilidad del narcorégimen y así, lo admite toda la comunidad internacional. Asesino no es solo el que aprieta el gatillo, asesino también es el que aporta los medios necesarios para que el crimen se cometa. Aplaudo de pie a nuestra juventud quienes están dando la cara y mostrándole al mundo que no tenemos otra arma que nuestro deseo de volver a vivir en paz .
Venezuela es, por desgracia, un país gobernado por mafias y los delincuentes en la que más temprano que tarde se pasarán factura y todo se vendrá abajo. Hasta los más poderosos mafiosos han caído con el tiempo. El tiempo de Venezuela ha llegado. Es hora de redemocratizar la patria, llamar a elecciones generales porque definitivamente, el gobierno está al margen de la constitución.
Cuando el pueblo se está muriendo por falta de comida, de medicinas, infraestructuras médicas destrozadas, hampa desatada en todo el territorio, carreteras y autopistas totalmente deterioradas... Ni los 500 mil fusiles que dijo Maduro que entregaría a la ilegal milicia bolivariana, ni el falso llamado a elecciones que no ha sido reconocido por el Consejo nacional Electoral -gran ausente en esta coyuntura política- ni el llamado a la paz rodeados de tanquetas harán que el pueblo de un paso atrás.
La situación del país es insostenible. Frente a la firme decisión de un pueblo que ha dicho No+Dictadura, el llamado a elecciones libres, plurales y confiables son la única manera de parar el derramamiento de sangre.
Aislados a nivel internacional y acorralados por la presión popular, el narcogobierno está agonizando. Finalmente, podemos decir que Venezuela está transitando el camino de la reconstrucción. Un camino al que estamos llamados todos a participar, los inhabilitados, los presos políticos, los exiliados, los perseguidos y por supuesto, los miles de venezolanos que se vieron forzados a emigrar pero que añoran regresar a su país y están dispuestos a hacer de Venezuela una patria grande.
Siento emociones encontradas, un profundo respeto y admiración hacia el aguerrido pueblo venezolano que está al frente de esta batalla y enorme vacío por los años de desolación y miseria que ha tenido que vivir toda una nación para poder fortalecerse y entender que la patria es nuestra y no de un puñado de malvivientes que solo quieren mantener sus privilegios sin importar la gente. Lo que hayamos aprendido de este sufrimiento probablemente nos fortalezca en la reconstrucción de nuestra dignidad y nuestro aparataje productivo.
Con mucha fe sigo dando la pelea con lo único que me queda MI PLUMA y MI PALABRA.
José Gregorio Briceño Torrealba
El Gato Briceño
Twitter @josegbricenot