Informacion

Ex-alcalde, Constituyentista, ex-diputado AN, y ex-gobernador del Estado Monagas. Luchador incansable por el rescate de la democracia en mi patria VENEZUELA.

sábado, 26 de julio de 2025

MALTRATO A EDUCADORES-POLÍTICA DE ESTADO

"Los educadores se desprenden de todo cuanto tienen y cuánto saben, porque su misión es esa: dar"

                            Elena Poniatowska


Quien a estas alturas no sepa que el narcorégimen no da puntada sin dedal, es porque no conoce al monstruo que nos oprime, el maltrato y ataque permanente a toda la población y especialmente a los profesionales en Venezuela no es un hecho aislado; cada paso es una pieza clave en un rompecabezas mucho más grande que busca mantener al pueblo en la ignorancia y la desesperanza. 

No les conviene, están claros sobre la importancia de acallar y bloquear la construcción de una sociedad libre pensadora, por eso su política es crear un ambiente de miedo y opresión para desmotivar a los diferentes gremios. Los actores principales de la dictadura, herederos del traidor mayor, hoy felizmente difunto que ostentan un título universitario, lo han utilizado para destruir, desmantelar y hacer daño en todos los niveles de nuestra sociedad. 

Es una política de estado, la desgracia se sigue profundizando en contra de los funcionarios públicos venezolanos, especialmente nuestros educadores. La orden del “presidente obrero” Nicolás Maduro a su ministro de educación, Héctor Rodríguez de propinar una “buena dosis de patria revolucionaria” no es más que una directriz para pulverizar los derechos laborales y someter al pueblo a una ignorancia deliberada. Los casos son dantescos: el pasado 10 de junio, en el estado Monagas, 990 educadores fueron suspendidos, junto con sus salarios miserables que en muchos casos no superan los diez dólares mensuales, incluyendo bonos. Pero la cifra es aún más escalofriante a nivel nacional, con 8.000 educadores afectados solo en esa ocasión. Esta tragedia ya venía gestándose desde marzo de este año, cuando 48.000 educadores fueron suspendidos en todo el territorio nacional sin notificación alguna, violando flagrantemente todos los procedimientos administrativos y el debido proceso.

Miles de docentes fueron cesados en pleno proceso de jubilación, mientras disfrutaban de permisos médicos pre y postnatales o en medio de tratamientos por enfermedades graves. Discapacitados y aquellos con más de 37 años de servicio fueron víctimas de esta embestida inhumana. Esta no es una medida aislada, sino una clara política de Estado para profundizar la ignorancia del pueblo, sumiéndolo en el oscurantismo y la dependencia. Muchos venezolanos llevamos más de diez años denunciando cómo niegan presupuestos a las universidades autónomas con el objetivo de llevarlas a la ruina y al cierre total. Lo increíble es que todavía existan personas que salgan a votar por ellos; la ignorancia, sin duda, es atrevida, pero la complicidad es criminal.

La realidad es brutal, Venezuela está secuestrada por una narcotiranía que se ha atrincherado en el poder a través de la represión, la corrupción y el desmantelamiento sistemático de las instituciones. Este régimen lejos de velar por el bienestar de sus ciudadanos, utiliza la pobreza y la desesperanza como herramientas de control. La suspensión masiva de educadores es un ejemplo contundente de cómo el régimen busca anular cualquier voz crítica y perpetuar su dominio a través de la manipulación de la educación y el control de la información. No les interesa una ciudadanía pensante y libre, sino una masa dócil y dependiente que no cuestione sus atrocidades. La educación es el primer bastión a destruir para consolidar una dictadura y eso es precisamente lo que el chavismo ha hecho y sigue haciendo.

Está de anteojostos su plan, mientras la cúpula chavista y sus aliados se enriquecen con el narcotráfico el contrabando y el desvío de fondos, el pueblo venezolano, incluidos nuestros valientes educadores, sufre las consecuencias de una política económica criminal y una represión desmedida. La impunidad con la que actúan es un desafío a la comunidad internacional y a la conciencia de la humanidad. Es imperativo denunciar con vehemencia esta barbarie y exigir que los responsables de estos crímenes de lesa humanidad rindan cuentas ante la justicia internacional. Desde la cárcel del exilio les pido no permitir que el futuro de una nación se siga hipotecando por la ambición de un grupo criminal disfrazado de gobierno.

No me cabe la menor duda: estos delincuentes y crueles miserables que han sumido a Venezuela en la desesperación y la miseria, saldrán del poder con plomo, pólvora, drones y con los pies hacia adelante, no merecen otro destino. La historia juzgará su legado de destrucción y el pueblo venezolano, con la dignidad que le caracteriza, se levantará para recuperar su libertad y reconstruir un futuro de justicia y prosperidad. La resistencia no cesará hasta que la última huella de esta narcotiranía sea erradicada de nuestra tierra. Sin duda la lucha sigue, sin pausa y guiados por la fuerza de estar del lado correcto de la historia, no pararé hasta verlos derrotados enfrentandolos con mis acciones, MI PLUMA Y MI PALABRA 




José Gregorio Briceño Torrealba

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sábado, 19 de julio de 2025

NARCORÉGIMEN ANIQUILA LA MASA TRABAJADORA

Cuando se normaliza la barbarie, hay quien hasta la justifica, eso es lo que sucede en mi país por la desmesurada ambición y odio hacia los venezolanos del traidor mayor, hoy felizmente difunto, que legó a los más perversos herederos que logró formar y escoger. Es inaudito, por decir lo menos, que se piense que todo lo que pasa en Venezuela tiene justificación, ni siquiera esa bonanza disfrazada, sin menospreciar los esfuerzos auténticos que muchos venezolanos hacen por innovar, por ser creativos y lograr el sustento, nada de lo que sucede emanado de la narcoinstitucionalidad  corrupta implantada en Venezuela es correcto, hemos enumerado minuciosamente semana a semana durante años, paso a paso lo que esta plaga ha hecho para desmantelar todo sin dejar un  resquicio de avance, de prosperidad real. Hacen miles de esfuerzos por guardar las apariencias, por parecer lo que no son, por engañar para taparear toda su estructura criminal, eso sí lo han construido con bastante eficiencia y precisión han buscado a los socios idóneos, la crema y nata del terrorismo y la corrupción Internacional y su estrategia principal es acallar a como dé lugar cualquier disidencia que asome la cabeza, utilizando a los presos políticos como pieza de canje para sus asquerosas negociaciones.

Nada es casual en su plan, el régimen que encabezan Nicolás Maduro y el capo Diosdado Cabello ha cruzado todas las líneas rojas imaginables, convirtiendo a Venezuela en un estado policial donde la disidencia, incluso la más básica expresión de derechos laborales, es castigada con desaparición forzada y terror estatal. Lo que presenciamos hoy no es solo autoritarismo: es la manifestación más cruda de una narcotiranía que ha perdido toda legitimidad y que solo se sostiene mediante el terror sistemático.

El secretario de la Federación Unitaria de Trabajadoras y Trabajadores del Petróleo de Venezuela (FUTPV) Iván Freites, ha denunciado el secuestro de 18 trabajadores de la refinería El Palito, en Puerto Cabello, estado Carabobo. Los trabajadores fueron retenidos por las fuerzas de seguridad del régimen y según la denuncia, los empleados petroleros fueron recluidos en las cárceles de Yare, en la localidad de Ocumare del Tuy.

La noticia no fue fácil de confirmar, los familiares están aterrorizados e indefensos ante la violencia de los cuerpos de seguridad y el silencio cómplice de la Fiscalía General y de la Defensoría del Pueblo. Los familiares lograron localizar a algunos trabajadores en Yare II y Yare III pero las autoridades les habrían negado el derecho a verlos y se desconocen las acusaciones en su contra.

Estos trabajadores fueron detenidos sin presentar cargos, imputaciones o garantías de vida. Más de 100 trabajadores petroleros han sido secuestrados en el Centro de Refinación Paraguaná y ahora en la refinería El Palito. Mientras tanto, las autoridades de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) guardan silencio cómplice ante estas detenciones y las instalaciones petroleras están militarizadas con agentes de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM).

La incoherencia es inmensa: el autoproclamado presidente obrero, (léase reposero) Nicolás Maduro está destruyendo sistemáticamente a la clase trabajadora venezolana. Aquellos que construyeron la industria petrolera del país, que mantuvieron funcionando la principal fuente de ingresos de la nación, ahora son tratados como enemigos del estado por el simple hecho de reclamar sus derechos laborales básicos.

Esta no es una política de estado: es terrorismo estatal puro, el régimen ha convertido las cárceles en campos de concentración para trabajadores que se atreven a alzar la voz. Las desapariciones forzadas, la negación del debido proceso, la militarización de los centros de trabajo y el silencio cómplice de las instituciones que deberían proteger a los ciudadanos configuran un cuadro típico de los regímenes totalitarios más brutales de la historia.

Las cifras del Foro Penal revelan la magnitud del horror: 940 presos políticos para el 30 de junio, la mayoría de ellos sin una condena. Además hay más de 10.000 personas que siguen sujetas a medidas restrictivas de su libertad. Estas no son estadísticas: son vidas humanas, familias destrozadas, trabajadores castigados por el delito de exigir dignidad.

El régimen madurista ha eliminado toda pretensión de legalidad. Ya no existe separación de poderes, no hay garantías constitucionales, no hay derechos humanos. Solo existe el terror como herramienta de control social. Las fuerzas de seguridad actúan como escuadrones de la muerte, las cárceles como centros de tortura y las instituciones como instrumentos de represión.

Mientras trabajadores venezolanos desaparecen en prisiones, mientras familias enteras viven aterrorizadas, mientras una nación entera es tomada como rehén por una camarilla criminal, gran parte de la comunidad internacional mantiene un silencio ensordecedor. No basta con declaraciones diplomáticas tibias: Venezuela vive bajo una ocupación criminal que debe ser denunciada y combatida con toda la fuerza del derecho internacional.

Estas desapariciones forzadas son delitos de lesa humanidad en un país que aunque no pierde la esperanza de recuperar su libertad, parece dirigirse hacia el abismo guiado por una cruel narcodictadura. Pero Venezuela no se dirige al abismo: ya está en él y solo una acción decidida y contundente puede rescatarla.

Los venezolanos de bien, los trabajadores dignos, los ciudadanos que creen en la democracia y la libertad, no pueden seguir siendo víctimas pasivas de esta maquinaria de terror. 

En mis reflexiones desde la cárcel del exilio veo que la historia demuestra que las dictaduras criminales no se van con ruegos ni negociaciones, se van cuando el pueblo se decide a echarlas, con la determinación férrea de quienes saben que no hay otra alternativa que la libertad o la muerte.

El régimen de Maduro no es un gobierno: es una organización criminal que ha secuestrado a Venezuela entera. Los trabajadores petroleros desaparecidos, los miles de presos políticos, las familias aterrorizadas, son el testimonio vivo de que no hay convivencia posible con esta narcotiranía.

La única salida es la resistencia total, la movilización popular masiva, la desobediencia civil generalizada y la acción internacional decidida. Los secuestradores de Venezuela solo entenderán un lenguaje: el de la fuerza popular organizada y la determinación inquebrantable de un pueblo que ha decidido ser libre.

Venezuela será libre porque un pueblo que ha sufrido tanto terror no puede aceptar otra cosa que la libertad plena y la justicia para todos los crímenes cometidos por esta dictadura criminal.  No hay negociación posible, no me cansaré de escribirlo, a malandro sólo lo arregla plomo, pólvora y drones teledirigidos, ese es el único plan válido para las alimañas, fumigarlas y proceder a recuperarnos del terrible daño que nos han hecho; sigamos sin parar hasta lograrlo, sin pausa, yo no me detengo, voy contra ellos cada segundo y los ataco con todo y los fustigo con  MI PLUMA Y MI PALABRA 


José Gregorio Briceño Torrealba

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sábado, 12 de julio de 2025

VENEZUELA: OJOS QUE NO VEN - CRISIS HUMANITARIA


No hay diferencia alguna si comparamos algunas situaciones infrahumanas ejercidas en estos tiempos en los que paradójicamente hay tecnologías que asombran con inteligencia artificial, robótica, en los que el ser humano paralelamente busca avanzar en el equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu, con aquellas antiguas prácticas bárbaras normalizadas para la época, como la esclavitud, las prácticas del Imperio Romano con espectáculos de lucha cuerpo a cuerpo entre fieras y humanos para demostrar el poder y la riqueza de los emperadores y nobles romanos además de "entretener" al público.
¿Hay acaso alguna diferencia con la miserable práctica del narcochavismo que oprime al pueblo venezolano sin razón, sin motivos ni justificación? Sólo porque un grupo de desalmados resentidos con una bandera de justicia social falsa se antojaron de asaltar el poder y no soltarlo más para su beneficio propio.
Su circo, son las detenciones arbitrarias y torturas a diestra y siniestra como arma del imperio tirano que creó el traidor mayor, hoy felizmente difunto, para mostrar su poderío y "entretener" a sus aliados mostrando el control que tienen sobre nuestras riquezas y lo fácil que es tráfico de ilícitos en nuestro país.
El informe “Venezuela en Cifras 2024” de Un Mundo Sin Mordaza no es solo una recopilación técnica de datos: es un testamento crudo y doloroso de una nación sometida por una organización criminal que ha suplantado al Estado y lo ha transformado en un aparato de represión, saqueo y control total. Este documento, basado en hechos verificables y cifras oficiales, debe ser entendido como un expediente judicial contra una narcotiranía que ha hecho de la destrucción de Venezuela su proyecto de poder.
Quienes escribimos, informamos y aún tenemos canales para alzar la voz, estamos no solo moralmente habilitados, sino obligados a hacerlo, La omisión frente a este horror es complicidad. Venezuela no es hoy una democracia fallida, es un narcoestado funcional que utiliza la propaganda, el terror y la miseria como herramientas de dominación.
La emergencia humanitaria compleja sigue profundizándose en 2024, sin pausa ni maquillaje. Lejos quedaron los tiempos en que el régimen intentaba simular un barniz democrático. Hoy el chavismo gobierna sin máscaras: con represión abierta, censura estructurada y una política de exterminio social contra quienes se atrevan a disentir.
Durante el primer semestre de 2024 se documentaron más de 190 agresiones contra periodistas, activistas y ciudadanos, muchos de ellos perseguidos simplemente por expresarse en redes sociales, como el caso de Merlys Oropeza de Maturín que lo describí en mi columna del domingo pasado.
El control informativo se ha transformado en una estrategia de guerra: censura digital, bloqueos arbitrarios, leyes punitivas, detenciones sin orden judicial y el desmantelamiento sistemático de medios independientes, han cerrado casi 500. En Venezuela opinar ya no es un derecho: es un acto de riesgo.
La situación económica roza el sadismo institucional. El salario mínimo continúa congelado en 130 bolívares mensuales (1,5 dólares) mientras la canasta básica supera los $498. La inflación cerró el año con un alarmante 85% y el empleo formal ha sido sustituido por la economía informal, el rebusque o la mendicidad. Esta no es una consecuencia de la mala gestión: es un plan deliberado. El hambre es un mecanismo de control social. La pobreza extrema se ha convertido en la herramienta más eficaz de chantaje político.
A esto se suma el fraude electoral del 28 de julio de 2024, que no hizo sino confirmar lo que ya es norma en la dictadura chavista: elecciones sin condiciones con inhabilitaciones a opositores, uso fraudulento del voto asistido y una diáspora excluida del padrón electoral. A pesar de que más de 9 millones de venezolanos están fuera del país, solo 508 fueron habilitados para votar en el exterior. Se vota, sí, pero no se elige. La cúpula del régimen decide quién puede competir, cuántos votos contar y quién “gana”. El fraude no es un accidente: es el método. Sin embargo encuentran tarifados que les pagan para que participen en cada farsa electoral para relegitimarse.
Los servicios públicos han colapsado en todas las áreas: el 50% de los hogares sufre cortes constantes de agua, el 80% padece fallas eléctricas diarias, y menos del 20% recibe gas doméstico con regularidad. El transporte público ha desaparecido: miles de ciudadanos caminan a diario bajo el sol, bajo la lluvia, sin seguridad, sin derechos, sin esperanza.
El sistema de salud pública es una ruina estructural. El desabastecimiento de insumos médicos supera el 40% y en estados como Carabobo alcanza el 75%. El 96% de los hospitales exige que los pacientes lleven sus propios insumos y en muchos casos se les cobra hasta 300 dólares en sobornos para poder ser operados. Morir por no tener dinero es hoy una realidad cotidiana en Venezuela, mientras los jerarcas del régimen se atienden en clínicas privadas o en el extranjero.
En educación, la devastación también es deliberada. Más del 80% de los estudiantes reprueba comprensión lectora y razonamiento matemático. El 93% de los docentes no recibe dotación estatal alguna y las universidades sobreviven con presupuestos ínfimos, acosadas por una política de asfixia institucional. La ignorancia, como el hambre, también es útil para el poder: un pueblo sin educación es más fácil de manipular de someter, de callar. Lo he escrito desde hace más de una década, que es política de estado: en Venezuela se gobierna desde la destrucción y el olvido.
La violencia institucional completa este retrato de horror. En 2024 se registraron 522 ejecuciones extrajudiciales por parte de cuerpos policiales y militares y solo tras las protestas postelectorales se documentaron 2.635 violaciones al derecho a la libertad personal, en su mayoría detenciones arbitrarias contra jóvenes de sectores populares. La represión ya no es una respuesta: es una advertencia. Castiga pero sobre todo, disuade.
“Venezuela en Cifras 2024” no es solo un informe técnico. Es un grito. Un clamor de justicia. En mi ejercicio de reflexión desde la cárcel del exilio puedo afirmar y confirmar que cada uno de estos números , estadísticas REALES,  representan una vida truncada, una familia rota, una libertad perdida. Es una denuncia estructurada contra un régimen que ha hecho del crimen una forma de gobierno.
La narcotiranía venezolana no es una dictadura convencional: es un sistema criminal con fachada de Estado, operado por una élite que trafica con drogas, con armas, con minerales, con seres humanos. Esta estructura de poder no se sostiene por ideología ni por legalidad: se sostiene por represión, complicidad internacional y un silencio que aún es demasiado cómodo para muchos gobiernos del continente.
Conocer las cifras es solo el primer paso. Lo que sigue es actuar: denunciar, presionar, movilizar, resistir. Porque lo que ocurre en Venezuela no es un asunto interno: es una tragedia continental, una amenaza regional, una vergüenza compartida. El futuro de América Latina también se juega en las calles destruidas, los hospitales vacíos y las aulas cerradas de Venezuela.
Y mientras esa maquinaria criminal siga operando con impunidad, los venezolanos seguirán pagando con sus cuerpos, su dignidad y su porvenir.
No dejemos que esa fachada de las redes sociales que muestra bonanza, comercios lujosos, bienestar y felicidad en nuestro país nos nuble la mente y olvidemos a los venezolanos que día a día son abusados, vejados, encarcelados, desaparecidos y torturados por reclamar nuestros derechos. Están allí, sufriendo, sus familias desesperadas por no saber de ellos, no seamos indiferentes a esta realidad, lo pido de corazón, sigo creyendo que el final está cerca, enfrentando a los tiranos y gestionando formas para
que nos dejen en paz, sea como sea, con plomo, pólvora, drones o con los pies hacia delante.
Para ser libres  doy todo mi esfuerzo, lo difundo y hago público con lo único que me queda MI PLUMA Y MI PALABRA

José Gregorio Briceño Torrealba
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sábado, 5 de julio de 2025

SILENCIADA EN MONAGAS - LA TIRANÍA CONTRAATACA

Por momentos se nos olvida, creo que es un mecanismo de defensa de nuestra mente, que  los causantes de esta desgracia que sucede en Venezuela, los degenerados herederos del traidor mayor, hoy felizmente difunto, no  descansan, su cometido principal es la infelicidad del venezolano, nos detestan, no pueden soportar que estemos tranquilos ni un segundo desde el día que llegaron al poder , al olvidarnos nuestro instinto de seres libres nos hace expresarnos y ¡Zas! nos percatamos de que la tiranía está activa en los ojos de los vecinos que tienen el alma vendida a esos diablos, si, esos vecinos que también pasan roncha, que padecen las vicisitudes del sueño revolucionario, del socialismo del siglo XXI, en el que la escasez de calidad de vida y el retroceso son la orden del dia, pero se sienten con poder, el poder de ser el juez de la comadre, del antes amigo, a cambio de quién sabe, a lo mejor un kilo de harina pan o una palmadita de su camarada el sapo mayor. Denigrante asumir ese rol cuando tus propios hijos no tienen zapatos para ir a la escuela, verdaderamente triste.

Los casos son miles, en cada esquina, en cada barrio, hoy quiero desmenuzar la historia de Merlys Oropeza, una joven venezolana de tan solo 25 años, oriunda de Las Carolinas al oeste de Maturín, estado Monagas, es un escalofriante testimonio de la barbarie del narcorégimen que asfixia a Venezuela. Su “delito” no fue más que la expresión de una opinión, un breve pero contundente mensaje en su estado de WhatsApp: “Hay algunos vecinos que prefieren la bolsa de gorgojos que el futuro de sus hijos”. Una crítica mordaz, sí, pero incuestionablemente amparada por la libertad de expresión que buscaba denunciar la tragedia ética de aquellos que cambian su dignidad por las migajas de un régimen corrupto.

Lo que siguió fue una secuencia de horrores que destapa la maquinaria de represión. Denunciada por una “jefa de calle” figura siniestra del aparato de vigilancia social chavista, Merlys fue arrestada apenas once días después de las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio. El pasado 23 de junio, en un juicio exprés que desafía toda noción de justicia, fue sentenciada a 10 años de prisión bajo la inconstitucional “Ley contra el Odio por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia”. Su caso no es un incidente aislado; es un claro ejemplo del sofisticado sistema represivo digital instaurado por la narcotiranía del extranjero Nicolás Maduro. Le sugiero a los familiares de Merlys, tener ubicadas las direcciones y nombres completos del fiscal que la acusó y del juez que la sentenció, lo demás llegará.

La tristemente célebre “Ley contra el Odio” ha sido desenmascarada por organismos internacionales como lo que realmente es: no una herramienta para la paz, sino un arma diseñada para criminalizar la disidencia, amordazar las voces críticas y perpetuar un sistema de sumisión. El artículo 57 de la Constitución venezolana que garantiza el derecho a la libre expresión sin censura previa ni amenazas, ha sido pisoteado sistemáticamente por un régimen que prefiere blindarse con legislaciones que contravienen los principios más básicos del Estado de derecho.

La distorsión de la justicia en Venezuela es tan descarada que resulta obscena. Mientras una opinión personal en redes sociales puede acarrear penas de hasta 20 años de cárcel, los delitos de corrupción que saquean el erario público, desmantelan las instituciones y condenan a generaciones enteras a la pobreza, reciben condenas considerablemente más leves. Esto no es un accidente. Es el resultado de un modelo penal perverso, diseñado a la medida de la impunidad del narcorégimen, implacable con los débiles, complaciente con los poderosos. El mensaje es claro y brutal, criticar al régimen es más costoso que robar millones del presupuesto público. La ley no busca justicia, sino obediencia.

La sentencia contra Merlys Oropeza no solo cercena la libertad de expresión, sino que también oficializa el espionaje vecinal, transformando al ciudadano en vigilante del pensamiento ajeno. La figura del "sapo de calle" el delator anónimo se convierte en un engranaje funcional del aparato represivo. Nos enfrentamos a un totalitarismo que ha trascendido la represión física. Ahora busca domesticar el pensamiento, imponer la autocensura y castigar la crítica, utilizando el aparato judicial como un látigo ideológico. La represión no siempre se viste de botas y fusiles; también se ejecuta con togas, fiscales y leyes espurias. Es un sistema diseñado para pulverizar la resistencia desde dentro, infundiendo un terror psicológico que busca la rendición.

La carta que Merlys escribió desde su celda, despidiéndose de sus padres y pidiéndoles perdón por no soportar tanta injusticia, es un grito silencioso que clama por conciencia y solidaridad de todos los monaguenses. Su dolor es un espejo del sufrimiento de millones. La “Ley contra el Odio” no es una ley; es un mecanismo de terror. Es el instrumento con el que la narcotiranía de Maduro intenta infundir miedo, paralizar a la sociedad civil e imponer una única narrativa oficial. Es la prueba irrefutable de un sistema que ha perdido toda legitimidad democrática y que solo se sostiene por la fuerza, el chantaje y la represión selectiva y por eso no me cansaré de escribir, hay que tumbarlos de cualquier forma, pólvora, drones y misiles. Quienes tienen secuestrado a Venezuela no castigan la corrupción porque viven de ella, ni combaten el crimen porque muchos lo dirigen y ejecutan. Sin embargo, no dudan en encarcelar a una joven por un mensaje en WhatsApp.

La lucha no se detiene frente a esta barbarie, el silencio es complicidad. La comunidad internacional, las organizaciones de derechos humanos y los venezolanos, dentro y fuera del país, tenemos el deber moral de levantar la voz, denunciar cada caso, proteger a las víctimas y negarnos a acostumbrarnos a esta tiranía. Es un hecho que me trae hoy a la reflexión desde la cárcel del exilio, la libertad de Merlys Oropeza se ha convertido hoy en un símbolo de la lucha de todos los monaguenses, su caso debe indignarnos, movilizarnos y recordarnos que no hay futuro en un país donde pensar diferente se paga con la prisión. Por ello debemos seguir pregonando la necesidad de desmantelar esta barbarie y liberar a Venezuela, sigamos enfrentandolos, sin pausa, lo hago cada segundo con lo único que me queda MI PLUMA Y MI PALABRA..

¡Viva Venezuela libre, carajo!



José Gregorio Briceño Torrealba

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