Informacion

Ex-alcalde, Constituyentista, ex-diputado AN, y ex-gobernador del Estado Monagas. Luchador incansable por el rescate de la democracia en mi patria VENEZUELA.

sábado, 6 de septiembre de 2025

OPERACIÓN CARTEL DE LOS SOLES : FIN DE LA IMPUNIDAD


Hoy más que nunca, es importante, una de mis intenciones reiterativas a través de estos escritos semanales, entender lo que está pasando en Venezuela, un país al que el traidor mayor a la patria, hoy felizmente difunto y sus miserables herederos han convertido en un vergonzoso narcoestado. Se trata de cómo el poder político de estos  malhechores ha involucrado el narcotráfico entrelazandolo de una manera tan estructural que ha arrastrado al pueblo a una crisis profunda normalizando situaciones aberrantes en el día a día de nuestra gente. Desde mantener en zozobra los sectores populares con los tristemente célebres cuadrantes del terror, bandas criminales, colectivos que han tomado el control de comunidades enteras, aprovechándose de la corrupción, complicidad y obvia inacción de quienes están usurpando el poder. Lo más importante a estas alturas es el despertar de la comunidad internacional ya que no es juego, no es una pataleta de los opositores venezolanos y no solo afecta a Venezuela, sino que tiene repercusiones en toda América Latina. La reciente intervención en destrucción de algunos alijos de drogas luego de la categorización como red criminal, nos deja claro que ya no se puede seguir ignorando este problema. Se hace evidente e impostergable el compromiso fuerte y sostenido para combatir el narcotráfico y la corrupción. La historia está escribiendose, no podemos permitir que esté llena de borrones y más vergüenza sobre nuestra Venezuela.

En el marco de estas acciones liberadoras, el pasado martes, Estados Unidos ejecutó una operación contundente contra una embarcación venezolana en aguas del Caribe que transportaba drogas y miembros del Tren de Aragua, resultando 11 personas fallecidas. Esta acción demostró la firmeza y letalidad con que el gobierno estadounidense está dispuesto a actuar contra las organizaciones criminales transnacionales. El presidente Donald Trump, afirmó que operan bajo el control directo de Nicolás Maduro y están vinculadas al narcotráfico, la trata de personas y redes internacionales de terrorismo. La operación marca un punto de inflexión en la estrategia estadounidense frente al narcoestado venezolano, enviando un mensaje inequívoco: la era de la impunidad para estas organizaciones criminales ha llegado a su fin.

La reacción de los secuestradores del poder en Venezuela, encabezados por Nicolás Maduro, fue tan predecible como patética. Su primera línea de defensa consistió en afirmar que el video presentado por el gobierno estadounidense había sido fabricado mediante inteligencia artificial, calificando toda la operación como una “mentira mediática”. Esta respuesta desesperada reflejó la incapacidad del régimen para enfrentar la evidencia abrumadora de sus nexos con el crimen organizado.

Sin embargo, la realidad tiene la costumbre de imponerse sobre la propaganda, no habían transcurrido 24 horas cuando los propios medios de comunicación venezolanos comenzaron a confirmar, punto por punto, todos los detalles comunicados por Washington. Los hechos eran incontrovertibles: la embarcación había partido efectivamente del pueblo de San Juan de Unare, en el estado Sucre, transportaba 11 personas, contaba con cuatro motores fuera de borda y estaba cargada de sustancias estupefacientes. Un detalle adicional confirmó la veracidad de los hechos y expuso la torpeza de la negación oficial: la embarcación llevaba instalado un dispositivo GPS por parte de su propietario y quien la tripulaba era el hijo del dueño de la nave. Cuando la noticia se hizo pública, los habitantes del pueblo pudieron constatar que efectivamente se trataba de la embarcación local, pues el dispositivo de rastreo había desaparecido junto con la nave hundida.

San Juan de Unare no es un lugar cualquiera en la geografía del terror que caracteriza a la Venezuela actual. Este pueblo costero del estado Sucre representa uno de los casos más dramáticos de cómo el crimen organizado ha logrado apoderarse de territorios completos con la complicidad o inacción del Estado venezolano.

En 2018, la banda criminal conocida como el Tren de Aragua irrumpió violentamente en San Juan de Unare y perpetró una masacre que estremeció incluso los parámetros de violencia acostumbrados en Venezuela: asesinaron a sangre fría a 78 hombres del pueblo. Desde entonces, esta localidad vive bajo el yugo de la organización criminal, convertida en una base de operaciones para el tráfico de drogas, armas y personas hacia el Caribe y Estados Unidos.

La transformación de San Juan de Unare ilustra perfectamente el modus operandi del Tren de Aragua: tomar control territorial mediante el terror, establecer rutas de narcotráfico y operar con total impunidad bajo la protección de estructuras estatales corruptas. Este pueblo costero se convirtió en un puerto de salida estratégico para el tráfico internacional de drogas, aprovechando su ubicación geográfica privilegiada frente al mar Caribe. La actuación del gobierno estadounidense expone ante la comunidad internacional una realidad que muchos prefieren ignorar por conveniencia política: Venezuela no es simplemente un país con problemas de gobernabilidad, sino un narcoestado donde organizaciones criminales como el Tren de Aragua operan bajo la protección directa del Cartel de los Soles, la estructura militar-criminal que controla el negocio de las drogas desde las más altas esferas del poder.

Esta simbiosis entre crimen organizado y poder político no es casual ni accidental. Es el resultado de una estrategia deliberada donde el régimen de Maduro ha encontrado en el narcotráfico una fuente de financiamiento y control social. El Tren de Aragua no es simplemente una banda criminal más; es un brazo armado informal del régimen que cumple funciones de control territorial y represión social en zonas donde el Estado formalmente no puede o no quiere actuar directamente. ¿Quién puede negar a estas alturas que en los pueblos costeros del estado Sucre mandan las bandas delictivas protegidas por el Cartel de los Soles? ¿Quién desconoce que los caños y ríos del sur del estado Monagas están bajo el control absoluto de Diosdado Cabello y su hermano, constituyendo las rutas principales por las cuales salen cientos de miles de kilogramos de cocaína hacia el Océano Atlántico con la complicidad gubernamental directa y sistemática? La evidencia de esta red criminal es abrumadora y está a la vista de cualquiera que se atreva a investigar. Prácticamente todas las fincas y propiedades que colindan con estos caños fluviales han sido adquiridas por testaferros y prestanombres de la cúpula criminal que gobierna Venezuela. Estas propiedades no son inversiones inmobiliarias; son infraestructura logística para el narcotráfico, desde donde se coordinan las salidas de drogas hacia mercados internacionales.

Para entender completamente el fenómeno del narcotráfico venezolano, es fundamental analizar su matriz ideológica: la filosofía de la droga desarrollada y promovida por Fidel Castro desde La Habana. Esta doctrina criminal no surgió de la nada; fue cuidadosamente elaborada y exportada como parte de la estrategia cubana de desestabilización continental.

Castro, ese arquitecto del mal en Latinoamérica, fue el teórico de lo que él mismo denominó la “ética revolucionaria narcotraficante”. Su lógica perversa era tan simple como devastadora: vender cocaína y otras drogas a los estadounidenses para envenenar su sociedad desde adentro, recibiendo a cambio los dólares necesarios para financiar la lucha armada contra Estados Unidos y sus aliados en la región.

Se trata de una teoría diabólicamente inteligente, típica del dictador cubano, donde se justifica una maldad absoluta mediante la invocación de un supuesto fin noble. En este caso, el fin “revolucionario” sería la destrucción del sistema capitalista occidental, y por tanto, la maldad intrínseca del narcotráfico se relativiza y hasta se enaltece cuando persigue este objetivo “superior”.

Castro inventó y perfeccionó esta tesis a principios de los años ochenta del siglo pasado, precisamente cuando comenzaba a tornarse cada vez más difícil y costoso el financiamiento directo desde Moscú para las guerras de liberación nacional que Cuba promovía fuera de sus fronteras, disfrazadas de “misiones internacionalistas”. El colapso económico de la Unión Soviética obligó a La Habana a buscar fuentes alternativas de financiamiento para su proyecto expansionista y el narcotráfico se reveló como la solución perfecta. Esta filosofía criminal no se quedó en Cuba. Fue sistemáticamente exportada a través de las redes de inteligencia cubana hacia movimientos guerrilleros y organizaciones criminales de toda América Latina. Las FARC colombianas fueron los primeros y más exitosos estudiantes de esta escuela criminal pero no los únicos.

El régimen venezolano de Hugo Chávez y posteriormente Nicolás Maduro adoptó esta doctrina con entusiasmo, perfeccionándola y adaptándola a las realidades del siglo XXI. Lo que en Cuba era una estrategia de supervivencia económica disfrazada de resistencia anti-imperialista, en Venezuela se convirtió en el modelo de negocio fundamental del Estado.

Señores, la operación estadounidense en el Caribe no es solamente una acción militar exitosa contra una embarcación cargada de drogas, es un mensaje histórico que marca el fin de una era de tolerancia hacia los narcoestados que operan bajo la fachada del antiimperialismo revolucionario. Durante décadas, regímenes como el cubano y el venezolano han logrado escudarse tras la retórica de la soberanía nacional y la resistencia antiimperialista para proteger sus redes criminales internacionales. La operación del pasado martes demuestra que esta estrategia ha llegado a su fin: cuando los estados fallan en controlar a las organizaciones criminales, o peor aún, cuando las protegen y las utilizan como instrumentos de política exterior, la comunidad internacional tiene el derecho y el deber de actuar. El hundimiento de esa embarcación en aguas del Caribe hundió también, simbólicamente, las pretensiones del narcorégimen venezolano de seguir operando con impunidad en el crimen transnacional. Mi reflexión desde la cárcel del exilio es más de realidad que de fe, es el comienzo del fin para un modelo criminal que ha causado sufrimiento indescriptible no solo al pueblo venezolano, sino a toda América Latina. La historia juzgará este momento como el punto de inflexión donde la comunidad democrática internacional decidió que la tolerancia hacia los narcoestados disfrazados de gobiernos revolucionarios había llegado definitivamente a su fin.

Mis fuerzas están repotenciadas, sigo empujando hacia la libertad, con más ánimo y con MI PLUMA Y MI PALABRA 


José Gregorio Briceño Torrealba

X  @josegbricenot 

Instagram y Facebook: @josegbricenot2

gatobriceno.blogspot.com